El Mezcal y Margarita

“Cada cual debe aplicarse a la educación propia hasta el último día de su vida”. Massimo T. D’Azeglio

La ciencia era los suyo. Cerró con rabia el falso artículo que había leído sobre el mezcal y, en ese instante supo lo que tenía que hacer. 

Margarita creció en un hogar oaxaqueño ubicado en el pleno corazón del mezcal, allá en los Valles Centrales, donde las comodidades tardan más en llegar que en irse.

Sus padres trabajaron duro para darle casa, vestido, sustento y una educación. Tras años de mucho esfuerzo y dedicación, logró conseguir una beca en una prestigiosa universidad en el norte del país.

Desde niña, Margarita soñaba con viajar y ver el mundo, salir de las montañas e ir a donde su corazón zapoteco latiera con más fuerza. Su peregrinar comenzó en el norte de México, en Monterrey, donde estudió diseño industrial. Como era de esperarse, se graduó rápidamente y con honores, y a los veintitrés años ya tenía su maestría en innovación terminada. 

Margarita extendió sus alas una vez más y no le fue difícil conseguir un empleo en San Luis Potosí. Posteriormente se instaló a Saltillo Coahuila. La vida en el norte le gustaba, pero aun quería seguir aprendiendo. 

Pronto el norte le quedó pequeño y puesto que Margarita nació y se crio entre agaves y mezcales, entre sabores y olores, se inclinó por aprender a catar vinos y licores, y es así como aterrizó en la Cuidad de México. 

Sus conocimientos y sus raíces se iban acomodando como piezas en un rompecabezas. El segmento faltante era Alejo, a quien conoció durante su estancia en la CdMx y al que los destilados apasionaban. Juntos decidieron continuar aprendiendo sobre sabores, fermentaciones y destilaciones. El destino se llevaría a Margarita aun mas lejos de Ocotlán, esta vez fue a Escocia, en donde continuaría con sus estudios a lado de Alejo. 

Margarita vivió un tiempo en el Reino Unido. Mientras extendía sus conocimientos, desde la distancia contempló como esa bebida, poco conocida con la que creció se hacia cada vez mas popular y apreciada. El mezcal se extendía con rapidez en los Estados Unidos y comenzaba a llegar a Europa. Desde allá escuchaba atentamente todas las historias que este destilado llevaba consigo. Unas eran absolutamente irrisorias, otras irritantes, ciertas, divertidas y otras tantas inocuas. 

Eran los últimos días de febrero, la temperatura no había variado mucho desde octubre y rara vez el termómetro pasaba a números positivos. Margarita estiró el brazo y se sirvió del mezcal que le enviaba su madre desde Ocotlán y tras darle un trago, supo que era momento de poner las manos a la obra.

Gracias a sus sapiencias en diseño, innovación y neurobiología, Margarita se dio a la tarea de educar sobre lo que tanto conocía y gustaba: El mezcal. Desde su casa en Edmonton, comenzó con su proyecto y gracias a los medios sociales logró penetrar en los círculos más cerrados de conocedores del Mezcal en México y otros países. 

Sabía, que debía educar sobre el mezcal con objetividad, claridad, profesionalismo y seriedad y, que esto le llevaría a tumbar algunos mitos; que contar la verdad sobre el mal proceder de algunas poderosas marcas le traería algunos problemas, pero eso no era algo que la detendría.

Meses después, ya de vuelta en la Ciudad de México, donde hoy vive con su esposo y su pequeño hijo, se dedica por un lado a asesorar empresas que necesitan ayuda en cuanto a conocimientos, procesos, innovaciones, mientras que por el otro educa al consumidor.

Desafortunadamente las asesorías no son suficientes, la competencia es bastante, y los consumidores no cuentan con los deseos y/o recursos necesarios para educarse a conciencia, por lo tanto, a Margarita le cuesta trabajo cerrar los fines de mes. Los cursos y catas que imparte sobre el mezcal son sin duda de lo más profesional y completo que se puede encontrar hoy por hoy en México, pero lamentablemente, no son suficientes para producir los ingresos necesarios para llevar una vida holgada. Al fin de cuentas, ¿quién vive del mezcal con lujos y comodidades? Tenemos en una industria en crecimiento con interminables retos e incontables satisfacciones.

Necesitamos más Margaritas y menos tartufos. 


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