Nota introductora: Este artículo fue escrito con la intención de dar una versión de una de tantas hipótesis que se manejan sobre el origen del mezcal. Pese a que está basado en algunos personajes, hechos y situaciones reales, el cuento es completamente producto de mi imaginación. Agradezco su indulgencia.
El grito de ¡Tierra a la vista! lo tiró de su hamaca. De tres zancadas alcanzó las escaleras que lo llevaron a cubierta y a babor; frente a él, a la distancia, se encontraba el puerto de Barra de Navidad.
Alotl tenía 14 años cuando fue entregada junto con otras 300 mujeres a los conquistadores en octubre de 1519 al concretarse la alianza con los Tlaxcaltecas. Tuvo la mala fortuna de ser cedida a un rudo capitán de la Corona, el vasco Juan Bautista Elizagarai, quien llegó con Cortés a las costas de Veracruz el 22 de abril de 1519. Alotl, tras haber sido tomada con violencia, deseo, desdén y sin miramientos por varias semanas, fue abandonada y jamás se volvieron a ver.
Con apenas quince años cumplidos, Alotl parió a un varón el treinta de junio de 1520 sobre un petate en una improvisada choza en Cholula, el mismo día que Cortés lloraba recargado en un ahuehuete en Popotla.

Lo llamó Tlapaltic que significa valiente en náhuatl, fue uno de los primeros mestizos y novohispanos que tendría la nueva colonia.
Alotl murió de viruela cuando su hijo Tlapaltic era apenas un crio de cinco años. El muchacho fue recogido por los padres Agustinos quienes le brindaron educación y sustento. Fue entonces que, siguiendo las tradiciones de la época, el chico fue bautizado con el nombre de Vasco Elizagarai.
Vasco creció entre metls -los españoles les llamaban magueyes- planta domesticada por sus ancestros tlaxcaltecas. De ella obtenían, aguja, hilo, vestido, combustible, alimento para ganado, miel, material de construcción, medicina y una bebida embriagante llamada octli (pulque).
Tlapaltic heredó el color de piel de su padre, pero tenía el pelo negro de su madre. Sus ojos eran obscuros, sus espaldas anchas y era alto. Sus manos fuertes y grandes, estaba hecho para la guerra como sus abuelos nahuas y vascos. Su cara era lampiña y contrastaba la tupida barba de su padre. Su nariz era respingada, sus facciones estaban bien dibujadas y era acompañadas por una sonrisa carismática. El tono de su voz era ronco, hecho para mandar.

En 1635, recién establecido el Virreinato de la Nueva España, la Corona se llevó a Tlapaltic en la leva. Urgida de soldados para ampliar su dominio y fundar nuevas ciudades, echaba mano al pueblo tlaxcalteca, quienes eran aliados y probados guerreros que la llevaron a vencer al pueblo Mexica. Vasco tenia entonces quince años.
Y al grito “Santiago y cierra España” viajó de norte a sur y de este a oeste del nuevo y amplio territorio conquistado. Fundó Choluteca, Tuxpan, Silao, y Tehuacán. Después se estableció un tiempo en Antequera- hoy Oaxaca-.
A Tlapaltic le agradaba mucho aquel lugar donde crecían magueyes que nunca había visto. Ahí esposó, siguiendo los nuevos rituales, a una joven zapoteca llamada Xiadani que significa en castellano la flor que llegó. Era menudita, de ojos negros, valiente, inteligente, muy bella y candente. Su pelo negro estaba siempre revuelto, tenía pechos generosos, caderas delgadas pero firmes, tenía una sonrisa de medialuna y soñaba con alacranes. No le costó mucho trabajo aprender a escribir y a hablar el castellano y sin opción se convirtió al cristianismo. Fue Bautizada con el nombre de Lilia Inés, aunque no le dieron apellido por ser mujer.
Tras dejar el ejercito, Vasco y Lilia se mudaron a Tlaxcala, ciudad fundada en 1625. Ahí se dedicaron a comercializar los magueyes que conocían tan bien. Vendían el octli, mecate, aguja y combustible.
En Tlaxcala, el destino juntó a Tlapaltic con Miguel López de Legazpi, conocido también como “el viejo”, quien había nacido en Pamplona, simpatizaron inmediatamente y no debido solo a que compartían los mismos orígenes vascos.

El 24 de septiembre de 1564, el rey Felipe II da la orden de lanzar desde la Nueva España una expedición a las islas Molucas y esta encomienda se le da a Miguel López de Legazpi, nombrándolo “Almirante, General y Gobernador de todas las tierras que conquistase.”
Buscando fortuna, el 21 de noviembre de 1564, Vasco Elizagarai junto con más de una centena de guerreros tlaxcaltecas venidos en refuerzo de las tropas españolas, partió del puerto de Barra de Navidad con cinco naves y unos 350 hombres en la expedición conquistadora que encabezaba López de Legazpi.
Tras un ajetreado viaje de 93 días, Tlapaltic, Legazpi y compañía llegaron a su destino y comenzaron la conquista de lo que hoy se llama las Filipinas, nombradas así por el explorador Ruy López de Villalobos, en honor a Felipe II, cuando el padre de este último, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, era aun quien reinaba.
En la isla de Cebú, hoy llamada Manila, Vasco aprendió de los locales sobre un árbol llamado palma, el cual describían como maravilloso Era muy similar al maguey que tanto amaba y extrañaba. Se asemejaban no en su forma sino en que ambos se adaptaban a casi cualquier clima y suelo, proveían: casa, miel, vestido, alimento, medicina, útiles y que de ellos se extraía bebida.

por la expedición de Miguel López de Legazpi
en el archipiélago filipino.
Tras la muerte de su protector, Tlapaltic regresó al virreinato donde nació. Llego cargado de experiencias y conocimientos, pero tan pobre como se fue. Con él venian hombres de piel amarilla y ojos razgados jamas vistos en esas regiones. Los españoles les llamaban “indios chinos”. Venian con plantas, muebles, frutas, minerales y animales. ¡La ruta del Galeon de Filipinas estaba abierta!
Mientras aguardaba, Xiadani se las arregló para vivir del maguey. Ahora que Vasco volvió, comenzaron a hacer una nueva bebida, hecha con las palmas de cocos venidas de las Filipinas, llamada tubâ. Antes de fermentar era refrescante, dulce y saludable, fermentada embriagaba tanto como el octli, pero al igual que este último, se echaba a perder rápidamente. Destilada se le conocía en Filipinas como lambanóg y en la Nueva España se le conocería como vino de cocos.
En la parte de atrás de su casa construyeron un destilador asiático, como los que había dominado en Filipinas. Consistía en un dispositivo con un tronco de madera hueca, que usa un cazo arriba y llevan un horno abajo con un sistema muy sencillo de condensación con agua corriente. Y comenzaron a destilar la tubâ.

Un día Tlapaltic y Xiadani inspirados en hacer algo nuevo, sacaron el pulque del maguey y lo destilaron. Otro día, cocieron el corazón del agave, lo molieron y fermentaron para posteriormente destilarlo, similarmente a lo que hacían con la tuba. Entonces, el primer vino de metl-ixcalli -maguey cocido- fue hecho en la Nueva España.
Desde ese momento, hasta que el mezcal se encontró en los estantes del mundo entero, pasaron muchas cosas y varios siglos.